¿Entorno para los jóvenes o jóvenes para el entorno?
Cuando nos preguntamos qué le hace falta a nuestros jóvenes para afrontar mejor la vida profesional, encontramos distintos grupos de respuestas. Estructura mental, redacción y pensamiento crítico, por una parte. Compromiso social y hábitos de trabajo, por la otra. Un tercer grupo podría estar constituido por elementos como tolerancia a la frustración, gestión emocional y mirada colaborativa.
En relación con el primero y segundo grupos, parece que contamos con herramientas, cursos, dinámicas y metodologías para desarrollarlos. Sin embargo, para el tercer grupo, no sólo es más difícil encontrar mecanismos eficaces, sino que, con frecuencia, las instituciones educativas se cuestionan sobre la pertinencia de influir en la afectividad de sus estudiantes.
Es conocido el hecho de que la inteligencia emocional es fundamental para el desarrollo profesional. Ésa podría ser una primera respuesta orientativa frente a la conveniencia de incidir en la esfera emocional.
Sin embargo, más allá de esta razón práctica, habría que entender que una buena formación no implica sólo saber, sino que es más humana y completa si abarca las distintas esferas de la persona de modo integral. De hecho, un esfuerzo educativo totalmente indiferente a la formación afectiva sería, de suyo, un estilo de formación afectiva.
Frente a las generaciones previas que vivieron épocas voluntaristas en materia educativa, en las que se aplicaban estrategias orientadas al deber, ignorando las implicaciones afectivas, el otro extremo, basado en la sobreprotección o total liberación de las emociones, no parece haber sido la solución más adecuada.
Hace décadas, los estilos educativos hacían pensar que la virtud se reducía a hacer las cosas, aunque ello implicara una marcada oposición a las inclinaciones propias. Las generaciones actuales parecen, más bien, orientarse a liberar del todo los sentimientos, aunque eso implique hacerse un cierto daño en el corto o mediano plazo.
Retos actuales
Uno de los retos actuales es encontrar el equilibrio adecuado. Me parece fundamental entender que la virtud no debe entenderse como la capacidad de ir en contra de las inclinaciones, sino como la capacidad de formar nuestras inclinaciones. No se trata de acostumbrarnos a pasarla mal, sino de aprender a disfrutar el bien.
No deja de llamar la atención el hecho de que una de las filosofías prácticas de la vida actual suele fundamentarse en el axioma “siempre confía en tus sentimientos”, cuando es evidente que muchas veces sentimos cosas no sólo son inapropiadas, sino con terribles consecuencias para nosotros mismos.
Los psicólogos actuales recogen lo que Epicteto decía muchos siglos atrás: lo que realmente nos afecta emocionalmente no son los eventos externos en sí mismos, sino el modo en que pensamos respecto a ellos. Uno de los principales retos para nuestros jóvenes es no saber lidiar con su “razonamiento emocional” y esto les suele llevar a distorsionar su modo de captar el entorno y, por tanto, a sufrir innecesariamente.
Muchas familias e instituciones se desgastan tratando de arreglar el entorno para evitar el sufrimiento a los jóvenes, cuando quizá sería más eficaz preparar a los jóvenes para el entorno, haciéndoles ver y experimentar que son capaces de enfrentar retos por sí mismos y construir una autoestima más sólida.
FUENTE: Santiago García Álvarez. (2021). ¿Entorno para los jóvenes o jóvenes para el entorno?. 16/Noviembre/2021, de Excelsior Sitio web: https://www.excelsior.com.mx/opinion/santiago-garcia-alvarez/entorno-para-los-jovenes-o-jovenes-para-el-entorno/1482477